Brasilia.- La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha dado muestras de que podrá aplicar mano dura contra la corrupción, tras una sucesión de escándalos en su gobierno, pero para ello tendrá que enfrentar las viejas prácticas de la política de las que depende su gobernabilidad.
En dos meses, escándalos y denuncias pasaron de un ministerio a otro. Esta semana la Policía arrestó a 35 personas por corrupción, incluso un viceministro.
La mandataria atravesó por una primera crisis en su gobierno en junio último, que culminó con la dimisión del ministro jefe del Gabinete, Antonio Palocci, acusado de enriquecimiento ilícito. En julio perdió a su ministro de Transportes, Alfredo Nascimento, por denuncias de corrupción en su cartera.
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