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viernes, 12 de agosto de 2011

ALEPH: C.A. por la paz

Carolina Escobar Sarti
En El Salvador están recolectando firmas con el fin de presionar al presidente Funes para votar a favor del reconocimiento del Estado Palestino en septiembre próximo. Recientemente, el presidente de Honduras, Porfirio Lobo, expresó: “En lo particular, para mí es justo y legítimo que el pueblo palestino tenga su territorio y su identidad como Estado, es algo que es correcto, así como Israel lo tuvo en su momento, también es justo que los palestinos lo tengan”. 

Nicaragua rompió relaciones diplomáticas y comerciales con Israel en junio de este año, luego del ataque a la flotilla de ayuda humanitaria que se dirigía a Gaza. Costa Rica ya reconoció a Palestina en febrero del 2008. Pero será en la reunión del Sica, el próximo 19 de agosto, donde los países de Centroamérica y República Dominicana fijarán una postura conjunta respecto de este tema. Por cierto, la tierra de las hermanas Mirabal ya reconoció también a Palestina. ¿Cómo votarán Guatemala y Panamá frente a este parteaguas histórico en la intención casi-planetaria de contribuir al establecimiento de la paz de Medio Oriente?

Digo casi-planetaria, porque a los señores de la industria armamentista no les conviene esta intención, como tampoco le conviene a quienes tienen intereses geopolíticos y geoestratégicos en aquella región, que abunda en petróleo. Sin embargo, Xavier Abu Aid, portavoz de la OLP, señaló que “hoy en día, nueve de los diez países más poblados del mundo reconocen a Palestina. El 75 por ciento de la población mundial vive en países que reconocen el Estado palestino y América Latina ha demostrado con hechos que apoya el derecho a la autodeterminación de los pueblos”.

El hecho es que, frente a momentos históricos como este, no cabe que los mandatarios de nuestros países caigan en la trampa tendida por astutos operadores políticos o ignorantes peones, que manda definir que se es pro israelí o pro palestino. Esa visión simplista y miope de un añejo y complejo problema entre hebreos y filisteos no puede ser asumida por jefes de Estado cuyas decisiones inciden planetariamente. El compromiso que ahora adquieren es ético-político con la humanidad, no con una o dos naciones, y menos con un primer ministro. Para ello es propicio considerar cómo se está replanteando el orden mundial de cara al futuro.

Nadie podría negar el holocausto judío, con todo y su saldo de 1.3 millones de personas asesinadas, pero, ¿quién puede justificar una operación israelí de “Plomo Endurecido” en la Franja de Gaza, donde viven más de 1.5 millones de personas en condiciones de apartheid? ¿No es esta una réplica de un campo de concentración?. Con mucha seriedad, cabe a los presidentes centroamericanos documentarse bien sobre la historia reciente de aquel lado del mundo, para tomar decisiones informadas y balanceadas en la Asamblea de Naciones Unidas en septiembre próximo. Hay que ir a 1948 y al voto decisivo de Guatemala para el establecimiento del Estado israelí; hay que ir a 1967, cuando Israel conquista Cisjordania y la Franja de Gaza, aunque una gran parte de la comunidad internacional no reconozca esta anexión; hay que recordar que EE. UU. ha mantenido en pie a Israel. Sharon, Arafat y Olmert son nombres que suenan a sangre y fuego en ambos lados de las fronteras, pero ya ni siquiera adentro de Israel se defiende ese sionismo a ultranza que Netanyahu hoy simboliza, crítico de Hamas pero heredero del Irgún, que hace 70 años fuera la organización israelí acusada de perpetrar actos terroristas contra Inglaterra. Y, claro, también hay que considerar las precondiciones que ha establecido el gobierno israelí para el nacimiento del Estado palestino, bárbaras, en el sentido más literal de la palabra. Después, señores presidentes, ojalá que algo nuevo nazca.

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