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miércoles, 15 de junio de 2011

Javier Sicilia

ILEANA ALAMILLA
Tenemos tantas similitudes en nuestra América que los sufrimientos se extienden, las desgracias se multiplican y los desahogos se potencian. Nuestro vecino del norte está sufriendo una guerra no declarada que ni buscaron ni la desean, la cual ha provocado cientos de víctimas, entre asesinados y desaparecidos, que incluyen a migrantes.

Comités de familiares y organizaciones de derechos humanos han documentado en informes estas tragedias que también contienen masacres y hallazgo de fosas clandestinas que revelan una realidad que conduele.

Cuando en Guatemala se libraba el conflicto armado, se violaban los derechos humanos, se torturaba y se cometía genocidio, en México se dio albergue a los refugiados, se cobijó el proceso de negociación, se proporcionó refugio al Premio Nobel que le fue entregado a Rigoberta —por voluntad de ella misma—, se proveyó trabajo a los perseguidos por la intolerancia de los gobiernos autoritarios de nuestra patria, se reconocieron y homenajearon a nuestros grandes valores que debieron salir para resguardar sus vidas, se nos recibió como seres humanos, con ese sentido de solidaridad que tienen nuestros hermanos(as) mexicanos que no terminaremos de agradecer en lo que nos quede de vida.

Qué lejos estaban de pensar que nuestro drama lo tendrían instalado en su propio territorio, por otras causas, con grupos armados sin ideología ni humanidad, que les provocarían grandes sufrimientos, similares a los que nosotros hemos vivido.

Una diferencia con nuestra realidad de hoy es la capacidad de movilización que han demostrado, aunque en el fondo no cambia nada. El poeta Javier Sicilia logró juntar el dolor de muchos y movilizar conciencias en una marcha nacional realizada el mes pasado; el reclamo: justicia y seguridad para todos los mexicanos que quieren paz y reconstitución de su país.

A Sicilia, un poeta democrático y consecuente, le llegó la tragedia. El 27 de marzo su joven hijo Juan Francisco fue asesinado junto a otros siete, incluyendo a una mujer. Le rompieron el corazón y decidió demandar justicia y poner un alto a la violencia. Frente al Palacio de Gobierno en Cuernavaca, Morelos, en una mesa, recibió cientos de denuncias de desapariciones, asesinatos, extorsiones, secuestros, que no se habían presentado ante las autoridades morelenses.

Convocó a un pacto de todos para resolver la emergencia nacional, llamó a la unidad, a la hermandad, al amor a la justicia, y cientos de personas atendieron su llamado. Está respaldado por el pueblo, por los intelectuales, por los estudiantes, por la Iglesia, por la Unam, por académicos, por defensores de derechos humanos, por periodistas y por los zapatistas. Insiste en que el tema de la seguridad debe ser replanteado, debe pensarse entre todos cómo hacer para restablecer la seguridad, cómo resolver el problema de las drogas, dejar de mirarlas como un asunto de criminalidad y verlas como una cuestión de salud pública y de mercado. A Sicilia el dolor lo ha convertido en visionario, insiste en que hay que organizarse y movilizarse para hacer reaccionar al poder.

En una entrevista a la revista Proceso, de la que es colaborador, el poeta advirtió“que si no se hace un pacto, si continúa así la situación, México será tierra de nadie, de la delincuencia, de cadáveres y del sufrimiento”. Su consigna en la marcha en el DF fue “Dejemos gritar al silencio”.

Esa historia también es la nuestra.

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