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sábado, 18 de junio de 2011

El Rey de Marruecos anuncia reformas puramente superficiales en la Constitución

Mohamed VI

Quienes esperaban que Marruecos se adentrara definitivamente por la vía de una monarquía parlamentaria vieron anoche sus esperanzas frustradas.

Su sueño se desvaneció tras el discurso televisado a la nación que Mohamed VI pronunció para presentar las grandes líneas de una reforma constitucional que toma prestadas algunas características de una democracia, sin merecer aún esa denominación. Una nueva Carta Magna, que según confirmó el soberano marroquí, se someterá a referéndum el 1 de julio.

En esta reforma de la ley suprema, que el rey prometió el 9 de marzo presionado por las protestas encabezadas por el Movimiento 20 de Febrero, el monarca renuncia a algunos de sus poderes en favor del primer ministro (que pasa a ser presidente del Gobierno), y refuerza su figura, además de incluir la obligación por ley de nombrar al jefe de Gobierno del partido más votado.

Aunque en su discurso el monarca prometió situarse en la “vanguardia” de quienes aspiran a una “monarquía constitucional” en Marruecos, las reformas, que fueron aprobadas ayer mismo en el consejo de ministros, no avalan su afirmación. El rey no renuncia a la supremacía del sistema político ni a controlar las decisiones del Ejecutivo, los asuntos religiosos, el Poder Judicial y la seguridad nacional.

Aunque el presidente del Gobierno tendrá ahora competencias como nombrar a todos los ministros, los directores de instituciones públicas y los gobernadores, el soberano seguirá presidiendo el consejo de ministros, una competencia que podrá delegar en el presidente del Gobierno. Por lo tanto, los nombramientos de altos cargos, incluso si se efectúan a propuesta del presidente, tendrán que ser aprobados por el monarca en el consejo de ministros.

Pese a todo, algunos cambios tienen importante alcance simbólico. Por ejemplo, el rey deja de ser considerado “sagrado” para ser “inviolable”, la misma condición que ostenta el monarca español. Mohamed VI no pierde por ello la condición de líder religioso, Comendador de los Creyentes. Otra novedad de calado cultural es la elevación del amazigh (bereber) a la consideración de lengua oficial del país, junto con el árabe.

Los avances de este texto, aunque significativos, quedan sin embargo eclipsados por las enormes competencias que el rey mantiene. Por ejemplo, la atribución de disolver el Parlamento si está en desacuerdo con las orientaciones del Gobierno, previa consulta al presidente del Tribunal Constitucional, institución de la que la mitad de los miembros serán nombrados por él mismo. También continuará controlando a los jueces, pues presidirá el Consejo del Poder Judicial.

La reforma instaura a su vez un Consejo de Seguridad Supremo, que también estará encabezado por el soberano. Este organismo decidirá sobre los asuntos de seguridad nacional interior y exterior y tendrá bajo su supervisión a las fuerzas armadas, los servicios de inteligencia y los cuerpos de seguridad del país, que quedan así fuera de la tutela del Gobierno y del Parlamento.

En el borrador final de la nueva Carta Magna se ha eliminado, tras presiones de los islamistas, la referencia a la “libertad de conciencia” que, al parecer, sí se incluía en una primera redacción.

En su alocución, el rey pidió a los marroquíes, que como él, voten sí a la nueva Constitución. Mohamed VI sabe que cuenta con el apoyo de casi todos los partidos políticos del país. No sucede lo mismo con el Movimiento 20 de Febrero, que ya ha anunciado nuevas manifestaciones para mañana.

Sonia Moreno / Público

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