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viernes, 10 de junio de 2011

ALEPH: Internalizar la opresión


Carolina Escobar Sarti

Muchas personas se preguntan ¿qué les pasa a estos guatemaltecos que permitieron que llegara un genocida a la presidencia del Congreso y, además, votaron por su partido en los lugares donde más masacres hubo? ¿Qué les pasa que eligen, dos y tres veces, a personajes oscuros de nuestra historia reciente? ¿Cómo entender que el sistema permite la participación en la contienda electoral, de personajes asociados a violaciones de derechos humanos y que las encuestas los sitúen entre los punteros? La opresión se internaliza. Por ello, los asesores de campaña manejan el concepto de la neuropolítica, disciplina que intenta descubrir cómo funciona el cerebro de la ciudadanía de cara a un evento electoral.

Según George Lakoff y otros estudiosos, la ciudadanía no vota a partir de situaciones y hechos concretos, como correspondería a seres pensantes, sino a partir de sistemas de valores de cada quien. Y todos sabemos que los valores van de la mano con nuestras emociones. En este país de dinastías de usurpadores, quebrantahuesos, colonizadores y pistoleros que jamás han enfrentado la justicia, la opresión ha quedado evidenciada en las vidas miserables de millones de seres analfabetos, desnutridos, enfermos, ultrajados, despojados y sin voz, por siglos. Así que la opresión la internalizan unos desde una parte y otros desde otra, pero internalizada está.
Dice Adela Cortina en un artículo publicado en El País que “lo más curioso es que esos marcos están presentes en las sinapsis del cerebro, e influyen en nuestras decisiones de forma inconsciente.

Con lo cual, nos impresionan poco las informaciones concretas sobre la conducta de los políticos o sobre la situación del país: cuando los hechos no encajan en nuestros marcos, mantenemos los marcos e ignoramos los hechos, apagamos el interruptor del aparato por el que nos llegan y seguimos aferrados a nuestros esquemas. Así se explica que las informaciones concretas sobre que los políticos del propio partido mienten, que son ignorantes, que no saben resolver los problemas, que más bien forman parte de los problemas, que hacen trampas o que son corruptos, no cambien la intención de nuestro voto.”
Cabe entonces preguntarse qué sistema de valores prevalece en Guatemala, que nos lleva a elegir a corruptos, ladrones y asesinos, una y otra vez, tanto si visten con cuello de encaje como si llevan apellidos “no conocidos”.

Hemos internalizado tanto la opresión como un sistema de valores, desde donde nos haya tocado vivirla, que para buena parte de la ciudadanía parecen no importar mucho los planes de gobierno, lo actuado antes, tanto si es bueno o malo, o los hechos cifrados en la memoria colectiva, entre otros. Ese sistema de valores lo conocemos por medio del lenguaje, y los políticos saben bien que las palabras se definen con relación a este marco valorativo, así que cuando determinada palabra es pronunciada, este marco se activa en el cerebro. Por ello hay palabras claves que cada partido elige para caracterizar su posición y sintonizar con la gente, ganándola por medio de lo que esas palabras despiertan en las emociones.

Ahora sabemos que la retórica tiene referentes cerebrales.
Llaman la atención los altos porcentajes de personas que, en elecciones pasadas, tanto en Guatemala como en otras partes del mundo, se abstuvieron de votar, votaron nulo o a favor de alguien que sabían que tenía pocas opciones. ¿Raras avis que piensan o no han internalizado la opresión o qué? Está la necia esperanza de que alguna vez haya políticos responsables que, en vez de profundizar un sistema opresor y usarlo a su favor, quieran colaborar con cambiar lo execrable, por lo digno y lo justo.

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