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lunes, 8 de noviembre de 2010

Post-mortem

American Curios
David Brooks
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El comediante Stephen Colbert describió las elecciones intermedias en Estados Unidos como “un tsunami, un sismo”, y preguntó si eso implicaba que cada vez que ganan los republicanos morían miles, como en los desastres naturales. La imagen, en el National Mall, en Washington, el 30 de octubreFoto Reuters

El amanecer en Estados Unidos fue rojo (el color del Partido Republicano). Después de las elecciones intermedias, la derecha se proclamó triunfadora, pero todos saben, incluso ellos, que la cosa es un poco más complicada, que aquí nadie triunfó, y que se trató más de la ira, la frustración y el repudio a la cúpula política.

Pero en los hechos, los votos de una minoría, nutrida por un movimiento ultraderechista que percibe al gobierno, a Darwin, a los inmigrantes y al gran empresariado, particularmente los banqueros, como enemigos y amenazas a Estados Unidos –o sea, un clásico movimiento populista de derecha–, lograron derrotar al poder monopólico de los demócratas en Washington y varias gubernaturas.

El abogado y analista José Pertierra comentó a La Jornada: No me hubieran molestado tanto las elecciones del martes si lo de la mariguana hubiera sido aprobado.Pero fascismo sin mariguana es insoportable.

Después de la histórica elección de Obama, hace sólo dos años, tan aplastante como para que analistas consideraran que el Partido Republicano podría estar relegado a ser minoría para muchos años, pocos se imaginaban estos resultados. En mayo de 2009 la revista Time puso en su portada un elefante, símbolo del Partido Republicano, con un titular que preguntaba si era una especie en peligro de extinción. De cierta manera, comentaron algunos aquí, los propios demócratas fueron los que lograron resucitar a esa especie tan rápido.

Los medios no encontraban suficientes adjetivos para describir lo ocurrido. El comediante Stephen Colbert mostró un mosaico de calificativos sobre la elección: “un tsunami”, un sismo, un huracán, y preguntó si eso implicaba que cada vez que ganaban los republicanos morían miles de personas como en los desastres naturales.

En parte, algunos de los electos sí son una especie de desastre natural. Entre los nuevos representantes electos hay gente que torturó iraquíes, que ganó mediante denuncias sobre la amenaza musulmana dentro de Estados Unidos y el matrimonio gay y Darwin, o que declaró que se postulaba por órdenes de Dios.

Otros aspectos de este desastre se revelan en algunas de las 160 iniciativas estatales que se sometieron a referendo en esta elección. Por ejemplo, en el estado de Oklahoma se aprobó una iniciativa que prohíbe el uso de la sharia –las leyes musulmanas– en el estado. Así, quedo prohibido algo que no existe. En el mismo estado se aprobó una iniciativa que impone el inglés como el idioma oficial.

Pero mas allá de estas curiosidades de la democracia, hay otros factores que ofrecen parte de la explicación de lo sucedido y que determinan el futuro en este país.

En todo este proceso estaba presente la corrupción tanto en el ámbito político como en el económico. No es casualidad que en estas semanas en los cines estén dos películas: Wall Street: El dinero jamás duerme, de Oliver Stone, y el gran documental The Inside Job, que revela cómo los financieros, con sus aliados políticos, llevaron al país a la peor crisis desde la gran depresión. Por primera vez, Estados Unidos quedó fuera de lista de los 20 países menos corruptos del mundo elaborada por Transparencia Internacional. En su evaluación anual, Estados Unidos cayó del lugar 19 al 22, su nivel más bajo, por los escándalos financieros del último año junto con la cada vez mayor influencia del dinero en la política, explicó la organización. “Hay un déficit de integridad… Un sentido de que el sistema se corrompe por estas prácticas”, indicó la organización a Reuters.

Esta corrupción detonó en gran medida la crisis económica, lo que costó por lo menos 8 millones de empleos y una altísima tasa de desempleo. Una de las estadísticas más notables de las encuestas a boca de urna en estas elecciones fue que casi uno de cada cinco votantes (19 por ciento) tenía alguien en su hogar que había perdido su empleo en los últimos dos años.

Cuando se preguntó a los votantes quién era más culpable de los problemas económicos del país, 35 por ciento respondió que los financieros de Wall Street; 29 por ciento dijo que George W. Bush, y 23 por ciento culpó a Obama. Pero curiosamente, quienes responsabilizaron a Wall Street votaron en su mayoría por los republicanos, cuyas anteriores políticas favorecieron a ese sector. El columnista Harold Meyerson, del Washington Post, señaló que si los demócratas desean saber por qué perdieron, tendrán que ponderar estas cifras junto con la tasa de desempleo de 9.6 por ciento.

El economista James Galbraith, de la Universidad de Texas, afirma que la derrota electoral está en función de que Obama mantuvo en esencia las políticas de Bush para abordar la crisis. El resultado fue un carnaval de los banqueros mientras se incrementaba el desempleo hasta 10 por ciento, lo que generó una muy justificada ira masiva, y los republicanos eran la única opción disponible para ventilar esa furia.

En esta elección, estos temas de fondo no se resolvieron. Como escribió el columnista Frank Rich, del New York Times: la verdadera tragedia aquí no es lo que ocurra en las elecciones intermedias; es la prognosis de largo plazo para Estados Unidos. La obscena desigualdad de ingreso, heredera de la elevación durante tres décadas de la industria financiera, tiene consecuencias sociales más graves que aun la injusticia económica fundamental.

Noam Chomsky reiteró días antes de la elección que hace décadas algunos ya habían dicho que Estados Unidos tiene esencialmente un solo partido político: el de los empresarios, el cual tiene dos facciones llamadas republicanos y demócratas, que consistentemente promueven políticas basadas en los intereses de ese sector, a veces junto con políticas que ayudan un poco a la población, a veces no. Recordó que algunos de los principales donantes a la campaña de Obama provinieron del sector financiero; Chomsky afirmó que no es gran sorpresa que los beneficiarios más grandes de las políticas de Obama fueron las mismas instituciones financieras que hundieron la economía.

¿Entonces? El historiador y luchador social Howard Zinn, en lo que serían algunas de sus últimas observaciones antes de morir, escribió al evaluar el primer año de la presidencia de Obama –en The Nation– “que la gente debería empezar a entender que Obama va a ser un presidente mediocre –lo cual implica, en nuestros tiempos, un presidente peligroso–, a menos que surja algún movimiento social nacional para empujarlo en una dirección mejor”.

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